Colin Farrell (Phone Booth) interpreta a Steve, un cirujano cardiológico que esconde un secreto y evita una gran culpa. Su familia es la imagen de la perfección, su esposa (Nicole Kidman) es una oftalmóloga respetada y sus dos hijos, Kim (Raffey Cassidy) y Bob (Sunny Suljic) son estudiantes de excelencia.
Steven tiene una extraña relación con Martin (Barry Keoghan), a quien aparentemente tutela, pero de quien no revela su verdadero origen a su familia. Martin tiene un aire extraño, aparenta una educación y modales perfectos, pero su mirada y sus actitudes son sospechosas. Quiere de Steve más que una amistad, desea la retribución de la tragedia que desestabilizó a su familia.
La familia Murphy esta atrapada en una lapidaria maldición, Steve debe hacer un sacrificio a costa de ellos para compensar sus errores del pasado.
El director griego Yorgos Lanthimos (Dogtooth, La Langosta) mueve a sus personajes en un mundo irreal, donde parecen autómatas que solo representan su papel en y ante la sociedad. Sus diálogos caen en lo absurdo causando la risa involuntaria y nerviosa del espectador. Al final, estamos frente a una reinterpretación de la tragedia de Ifigenia y Agamemnon, de la cual procede el título y el director nos muestra la impotencia de el protagonista ante el destino, en una forma tradicional el “héroe” comete un pecado y recibe un castigo, el cual solo se hará mas insoportable en la medida que desee evadirlo. No hay una explicación racional a lo que vemos en pantalla, no hay una moraleja, simplemente somos testigos del tormento al cual se ven sometidos los personajeslos cuales parecen no tener valores ni apegos y son espantosamente pragmáticos en ocasiones.
Las tomas, los movimientos de cámara, la música. Los elementos cinematográficos están dispuestos para atrapar en una mezcla de fascinación y disgusto. Estamos ante una película de autor y no podemos esperar otra cosa que ser testigos de su visión, su estilo y crítica y esperar entenderla.
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